lunes, 28 de mayo de 2012



 Leyenda


El Rocío, cuya historia se encuentra hoy documentada en sus aspectos más importantes, ha estado envuelta en una leyenda, como ocurre con otras muchas advocaciones, que viene recogida en la Reglas de la Hermandad Matriz de 1758:




«Entrado el siglo XV de la Encarnación del Verbo Eterno, un hombre que había salido a cazar, hallándose en el término de la Villa de Almonte, en el sitio llamado de La Rocina (cuyas incultas malezas le hacían impracticables a humanas plantas y sólo accesible a las aves y silvestres fieras), advirtió en la vehemencia del ladrido de los perros, que se ocultaba en aquella selva alguna cosa que les movía a aquellas expresiones de su natural instinto. Penetró aunque a costa de no pocos trabajos, y, en medio de las espinas, halló la imagen de aquel sagrado lirio intacto de las espinas del pecado, vio entre las zarzas el simulacro de aquella Zarza Mística ilesa en medio de los ardores del original delito; miró una Imagen de la Reina de los Ángeles de estatura natural, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina.

Hallazgo tan precioso como no esperado, llenó al hombre de un gozo sobre toda ponderación, y, queriendo hacer a todos patente tanta dicha, a costa de sus afanes, desmontado parte de aquel cerrado bosque, sacó en sus hombros la soberana imagen a campo descubierto. Pero como fuese su intención colocar en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel sitio, el bello simulacro, siguiendo en sus intentos piadosos, se quedó dormido a esfuerzo de su cansancio y su fatiga. Despertó y se halló sin la sagrada imagen, penetrado de dolor, volvió al sitio donde la vio primero, y allí la encontró como antes. Vino a Almonte y refirió todo lo sucedido con la cual noticia salieron el clero y el cabildo de esta villa y hallaron la santa imagen en el lugar y modo que el hombre les había referido, notando ilesa su belleza, no obstante el largo tiempo que había estado expuesta a la inclemencia de los tiempos, lluvias, rayos de sol y tempestades.

Poseídos de la devoción y el respeto, la sacaron entre las malezas y la pusieron en la iglesia mayor de dicha villa, entre tanto que en aquella selva se le labraba templo. Hízose, en efecto, una pequeña ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviese de peana. Aforándose aquel sitio con el nombre de la Virgen de Las Rocinas».


Hoy la historia sitúa los orígenes del Rocío dos siglos antes y todo indica que fue el monarca Alfonso X el Sabio quien pudiera haber erigido aquella primera ermita, tras su conquista de Niebla en 1262, mandando colocar allí la bella imagen de la Virgen.







A las 3.28 horas de la madrugada de este lunes ha sido el momento en el que los almonteños han saltado la reja que les separa de la Virgen del Rocío para iniciar la procesión de la Blanca Paloma por las calles de la aldea, momento cumbre de la romería que cada año se celebra coincidiendo con la festividad de Pentecostés. El salto se ha producido 38 minutos más tarde que el año pasado.
Justo después de que el pueblo de Almonte cumpliera con este ritual, que convierte a la romería de la virgen del Rocío en una de las manifestaciones marianas más singulares de España, se ha despertado el fervor y el júbilo entre los miles de romeros que han llegado desde rincones de todo el país hasta la aldea almonteña. Los cantores, vítores y salves hacia la Virgen no han cesado en el interior del templo y han avivado la expectación de las personas que aguardaban en los alrededores de la ermita la salida del palio desde las primeras horas de la tarde.
Durante los momentos previos al salto de la reja los fieles de la Blanca Paloma han protagonizado una tensa espera en el interior de la ermita con continuos forcejeos entre aquellos almonteños que han competido por tener el privilegio de ser el primero en tocar el manto de la Virgen.

La norma dicta que para que se produzca el salto se debe dar una circunstancia concreta: el simpecado de la hermandad Matriz de Almonte debe cruzar el dintel del templo rociero tras el rezo del rosario en el que participan las 110 congregaciones filiales. En ese momento, los vecinos de este municipio onubense tienen el permiso para lanzarse en bandada sobre la Blanca Paloma.

Para evitar que se produjeran incidentes entre las personas que, en ocasiones, no respetan las normas e intentan dar el salto antes del momento establecido, los propios almonteños crearon un cinturón de seguridad bajo los tres escalones que dirigen hacia el altar. La buena organización permitió que el salto de la reja se celebrara en un ambiente más calmado que en otras ocasiones.

A pesar de todo, alrededor de las dos de la madrugada se producía un conato de salto a la reja entre un grupo de fieles exaltados que no fue a mayores debido a que la mayoría impuso la calma.




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